28 de janeiro de 2021

¿Qué tiene que ver el arte con los algoritmos?

Tela do experimento t-SNE map, desenvolvido pelo Google Arts & Culture dentro do programa Arts Experiments.

El sector cultural se enfrenta a uno de los peores momentos de la historia contemporánea a causa del COVD-19.

En lo que respecta a los museos en concreto, se han cancelado exposiciones, se han cerrado instituciones y se ha despedido a muchos trabajadores fijos o con salarios reducidos..

En Europa, los espacios públicos comenzaron a reabrirse y estas instituciones tuvieron que revisar rápidamente sus formatos para adaptarse al nuevo escenario, evitando las aglomeraciones.

Antes de eso, hemos visto surgir el esfuerzo por digitalizar sus experiencias físicas en los espacios de exposición de todo el mundo. Muchas de estas iniciativas se tradujeron en agotadoras visitas virtuales, por traer obras físicas y no aprovechar el poder de lo digital. Sin embargo, las obras más inmersivas que han nacido con el ADN digital han resultado más atractivas.

Esto ha llevado a reflexionar sobre cómo promover este encuentro de lo físico y lo virtual para que la gente pueda disfrutar de lo mejor de estos mundos.

Hablando de Brasil

Aquí tenemos una colección cultural digital precaria. Sólo el 15% de las instituciones del país ponen sus contenidos a disposición del público en Internet, y sólo el 26% tienen su propia página web, lo que dificulta el acceso a los investigadores y al público en general.

La pandemia y el aumento del interés por una experiencia digital deberían impulsar el pensamiento estratégico para ampliar este acceso.

Lo que se observa es que, por falta de conocimientos técnicos, surgen asociaciones entre instituciones nacionales e internacionales o incluso con iniciativas independientes ya centradas en el lenguaje digital.

Es el caso de la plataforma brasileña aarea, que promueve obras diseñadas especialmente para Internet.  Entre los ejemplos internacionales, Rhizome, una plataforma que promueve el arte y la cultura digital a través de exposiciones, producción crítica y desarrollo de software.

¿Y como queda la comisaría en el medio digital?

A la hora de digitalizar una colección, hay que tener en cuenta su forma de clasificación para facilitar el proceso de investigación de las obras. A través de los algoritmos, que van ocupando espacios en las instituciones culturales, es posible hacer más orgánica la navegación.

Así, las palabras clave se convierten en importantes herramientas de categorización. De este modo, los visitantes pueden establecer rutas que tengan más sentido para su búsqueda.

En la Tate Modern de Londres, las obras se organizan a partir de categorías básicas como el título, la fecha, pero también se asocian a tags temáticas o conceptuales.

Además de las categorías más sencillas, están las que presentan un mayor grado de subjetividad, lo que da lugar a más de quince mil filtros diferentes.

Así, la navegación por la colección abre infinitas vías de relación con las obras, que escapan al comisariado oficial. El propio usuario acaba convirtiéndose en comisario.

Así, conceptos como el “machine learning” ya se están implementando en estos espacios virtuales, haciendo que la experiencia sea aún más personalizada. 

El X Degrees de Google Arts & Culture, por ejemplo, permite elegir dos obras y, a partir de ellas, aparecen una serie de otras imágenes como sugerencia de visita. La máquina, por lo tanto, crea un significado para temas que en un principio podrían parecer desconectados.

Aunque esta lógica fomenta la práctica de comisaría para un público no especializado, la experiencia no va más allá de un sentido superficial. Al poner a disposición de los usuarios infinidad de imágenes al mismo tiempo, la plataforma no tiene en cuenta que la crítica y el comisariado se realizan principalmente a partir del compromiso con un contexto específico.

Ahora, cuando esto se idealiza con alguna institución, los resultados parecen más interesantes. El equipo de Medios Digitales del MoMA y el Laboratorio de Arte y Cultura de Google trabajaron juntos y pudieron identificar las obras que se encontraban en la colección fotográfica de las exposiciones ya realizadas en el museo. 

El algoritmo buscó más de 30 mil fotos de exposiciones, buscando coincidencias con más de 65 mil obras digitalizadas de la colección, e identificó más de 20 mil relaciones. Son herramientas que ayudan a reescribir el itinerario de las obras, así como una historia más amplia de las exposiciones.

La capacidad de utilizar algoritmos también podría hacer que la visita fuera más inclusiva y diversa, al asignar contenidos que están fuera del radar preestablecido, presentando, por ejemplo, producciones menos conocidas. 

Pero para ello es necesario contar con el factor humano, la necesidad de contar con desarrolladores que tracen estos posibles caminos. Sin embargo, es precisamente ahí donde pueden surgir los riesgos, ya que habrá parcialidad en la forma de pensar y construir. 

Teniendo en cuenta que la mayoría de los desarrolladores son hombres blancos, las decisiones sobre lo que inflige las cuestiones socioculturales podrían estar sesgadas, y en lugar de promover la inclusión, puede ocurrir lo contrario.

Por lo tanto, por mucho que queramos que las instituciones culturales se digitalicen haciendo su colección más accesible y cualificada, debemos ser cuidadosos con el formato utilizado y la curaduría que se haga en la organización de los algoritmos. Es necesario reflexionar y ser responsable sobre qué narrativas se están visualizando.

Fuente:
REVISTA ZUM, Agosto de 2020. Por Pollyana Quintela