Fotografía creada para ser usada
La fotografía familiar nace para ser consumida, de ahí que muy a menudo podamos recuperar la información sobre el uso que tuvieron las imágenes a través de los deterioros o marcas que quedaron en las fotografías. Existe una codificación del deterioro en la fotografía familiar, al que hay que añadir las consabidas dolencias de los objetos de papel. Lejos de una asepsia carente de significado, el deterioro de la fotografía familiar actúa recordando los motivos de aquel desgaste así como de su contexto, de esta forma el deterioro otorga a la fotografía familiar un nuevo significado.
Fotografía 1. Retrato de un joven desconocido en el archivo familiar. Colección particular.
Deterioro como aportación a la Memoria
La alteración del estado físico de una fotografía, a lo largo de toda su vida, puede estar motivada tanto por la manipulación incorrecta o excesiva (según protocolos de conservación), como por la acción de un ambiente adverso (humedad relativa, temperatura, luz, polución, agentes biológicos,…) además de por la propia inestabilidad de los materiales o incluso por las deficiencias en el procesado original. En la esfera doméstica, la manipulación del ser humano unido a las consecuencias de un ambiente hostil para la conservación de la fotografía, marcan las imágenes, dejando huellas de ese proceso. Estas alteraciones son una aportación a la forma originaria de la fotografía, pero sobretodo son la transcripción de las vivencias propiciadas alrededor de ellas. A partir de su deterioro descubrimos los usos comunicacionales de este tipo de imágenes.
En su inicio, los archivos familiares fueron custodiados por los antepasados que actuaban como imán de los recuerdos, con la capacidad de atraer y guardar las fotografías familiares en la sede del hogar, hasta el dia en que estos marchan y esas fotografías comienzan su periplo por los diversos hogares de los miembros de una familia.
El espacio destinado a la custodia de los archivos familiares queda evidenciado en las fotografías, impregna las emulsiones fotográficas con los elementos químicos presentes en ese ambiente. La habitación de los trastos, un armario o cajonera, una estantería en el garaje, la buhardilla, son lugares en los que se confía la estabilidad de la imágenes familiares a largo plazo.
Así encontramos fotografías esperando en la estación entre baúles y maletas que han cambiado su uso, destinado a acompañar al viajero, por ser ellas mismas las viajeras, transportando en su interior los recuerdos fotográficos hacia el futuro.
La fotografía familiar conforma un orbe empaquetado en cajas de cartón. Los recuerdos orbitan a bordo de cajas de zapatos, cajas de galletas, o cajas metálicas de membrillo y otros dulces, en su interior, una acumulación horizontal de estratos fotográficos articulan narrativas de plata y papel. Dentro de este espacio, a veces aparecen agrupadas con lo que parecen simples e inofensivos artículos de oficina, las grapas, que dejan parte de su oxidación en las fotografías y así van devorando trozos de la superficie de la imagen. En algunas ocasiones, para agrupar las fotografías se utilizan gomas elásticas, que pasados dos o tres años, pierden su elasticidad, se endurecen y se adhieren a la emulsión fotográfica.
Fotografía 2. Retrato de carnet de Gaspar Martínez, con afección de grapas. Colección particular.
Cuando están envueltas entre papel de diario, las fotografías aparecen con un nuevo síntoma, la transferencia de la información impresa del propio boletín en las imágenes.
En otros casos, las fotografías familiares sobrevuelan el espacio privado, enmarcadas y colgadas en las paredes. La luz que produce las imágenes, es también, por su intensidad y tiempo de insolación, la causante del desvanecimiento de esas imágenes expuestas entre pasillos y corredores. Al mismo tiempo, el exceso de humedad provoca la aparición de hongos que, poco a poco, corroen la imagen creando su propio universo.
Fotografía 3. Retrato de Juan Martínez, con ataque de hongos. Colección particular.
Otra herida que encontramos en las imágenes familiares enmarcadas es el corte de las fotografías, en forma oval o redondeando las esquinas. Transcurrido un tiempo los marcos de esas fotografías pasan a formar parte de un nuevo encuadre dejando a estas imágenes redondeadas almacenadas en cajas o carpetas. La exposición doméstica de las fotografías familiares a veces se realiza en una estantería, en el interior de una vitrina, o apoyadas en la esquina de un espejo, donde podemos encontrar, como si de una enfermedad infecciosa se tratase, pequeñas deposiciones de mosca sobre la emulsión fotográfica. Las fotografías vudú son aquellas enganchadas en la pared con chinchetas, el óxido y la marca circular que ha dejado la presión de este elemento nos revela su paso por uno de estos espacios. También existen las fotografías ahumadas en las chimeneas, como la imagen de La cheminée de Madame Lucienne de Robert Doisneau (1953).
Fotografía 4. Esquina de una fotografia familiar perforada por una chincheta. Colección particular.
Pero si existe un lugar por antonomasia donde se encuentra la fotografia familiar, ese es el álbum, aquel en el que a partir de imágenes configuramos un relato de familia. Las fotografias desprendidas, que han formado parte de un álbum, a menudo dejan en el reverso las marcas de la cola adhesiva, o con las esquinas palidecidas, según el sistema de montaje del álbum. También los joyeros son espacios en los que los tesoros fotográficos aparecen con especial significación, y a menudo acaban con rasguños entre collares y otros abalorios.
Fotografía 5. Cuatro fotografías familiares con las marcas, en el reverso, de la cola adhesiva en las esquinas, que las unía en la narrativa de un álbum. Colección particular.
Las fotografías familiares provocan que la gente hable, que cuente, que explique un relato. De ahí que a menudo las encontramos escritas ante la dificultad de explicarlas en directo. En algunos casos, descubrimos parte de la cola adhesiva del sobre postal en el que se enviaron esas fotografías. Son marcas que nos recuerdan la antigua costumbre de enviar fotografías por correo. No solo se escribe texto en ellas, también sirven como elemento de identidad, por ello se identifican a las personas representadas, ya sea con números, o con nombres. También se utilizan las fotografías familiares como bloc de notas, en ellas aparecen anotaciones de un teléfono, una suma, una dirección, e incluso escrituras no legibles, como los garabatos.
Fotografía 6. Fotografía del Juan Martínez en una playa, con garabatos. Colección particular. Fotografía Oscar Ciutat.
La fotografía familiar reclama ser vista, mostrada, ya sea para identificar a las personas, como los lugares, o simplemente para revivir un instante captado por la cámara. En este ambiente distendido siempre hay una bebida, con las inevitables consecuencias y cicatrices que este binomio Photos & Drinks comporta.
Y finalmente una de las características más notables en el deterioro de la fotografía familiar son los dobleces. Plegadas por la mitad nos indican que aquellas fotografías en concreto habían estado guardadas en una cartera. Habitualmente se llevaban encima para poderlas mostrar, o para sentirlas más cerca, se trata de fotografías con deterioros mecánicos en las esquinas. En otros casos, encontramos las fotografías arrepentidas que presentan incisiones para eliminar a alguna de las personas que aparecía en la imagen. A veces, aparecen intervenidas con cinta adhesiva, como si de una cura paliativa se tratara, una sutura desvela el arrepentimiento por aquella separación de una figura con la imagen original.
Fotografía 7. Rotura y cura en el reverso de una fotografía familiar. Colección particular.
Cuando no existen pero se recuerdan: la Memoria latente
La memoria en la fotografía familiar actúa tanto en la visualización tangible de las imágenes, como sin ellas. El recuerdo de haberlas realizado, visto fugazmente trabaja de forma latente en nuestro recuerdo. Se trata de fotografías entre los límites, por su inexistencia física o digital, solo existen en los confines de nuestro recuerdo. Desconocemos la casuística que provocó su desaparición, pero conocemos de forma certera que hubo un tiempo en el que se vieron, se tocaron, se cogieron entre las manos y fue ese contacto el que recupera la memoria, el recuerdo de quién las hizo o de quienes posaron para ellas. En este grupo de imágenes familiares las cicatrices no se ven pero se sienten. Son fotografías que quedaron archivadas en el laboratorio fotogràfico; aquellas que no llegaron nunca a revelarse, y finalmente, aquellas que se encuentran ausentes.
Gran número de fotografías familiares quedaron reveladas en el laboratorio del estudio fotográfico, sin que nadie fuera a buscarlas, abandonadas a su suerte en el archivo de una tienda de fotografía. En muchos casos, se trata de copias de retratos, bodas, recordatorios de comuniones, fotografías que forman parte de un archivo familiar en el exilio.
Otras veces, las fotografías no fueron reveladas y yacen dentro del carrete que las vió nacer.
Finalmente, las fotografías ausentes, aquellas que un dia fueron enmarcadas, con su passepartout y colgadas en las paredes del espacio doméstico, hasta el dia en el que, desconocemos las causas, la imagen fotográfica desapareció. De ese descendimiento sólo queda el marco. En ocasiones, cuando las personas hablan de su archivo familiar, sacan esos objetos, y hablan de esas imágenes que ellos ven con total clarividencia, y de las cuales yo no veo más que un marco vacío, sin alma, donde las heridas no duelen pero se resisten a ser olvidadas.
Las fotografías familiares, son por tanto, depositarias de acciones y de emociones. Recordamos las fotografías de los acontecimientos de nuestras vidas y muchas veces, son sus cicatrices las que nos llevan a la memoria de esos momentos.
Sobre la autora: SUSANNA MURIEL ORTIZ – Archivera independiente especializada en Patrimonio Fotográfico y colaboradora de Arqueologia del Punto de Vista. Su trabajo extiende la práctica profesional de la Archivística a la ciudadanía.
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