La relación entre la fotografía y la performance es muy parecida a la relación entre escribir sobre arte y hacer un arte de los textos de arte: no importa cómo lo hagas, pero tiene que hacerse con clase. Porque tener clase lo es todo. Al principio se me pasó por la cabeza escribir este artículo en francés, porque el francés es un idioma con mucha clase, es la raison d’être que aporta un je ne sais quoi que sugiere una especie de joie de vivre. N’est-ce pas? A este tipo de clase me refiero, a una forma de abordar con total indiferencia y sin compromisos lo que tienes delante de ti.
Apreciar la fotografía y la performance es como sentarse a ver crecer una planta o hervir el agua: no tiene ni pies ni cabeza, además de ser una pérdida de tiempo. Pero cuando te das cuenta de que la planta ha crecido y de que el agua por fin ha hervido y que ahora ya puedes cocinar tus espaguetis y en cosa de 12 a 15 minutos, o incluso menos, sentirás menos hambre y mayor felicidad. Y a tomar por culo.
La fotografía necesita a la actuación y viceversa, se quieren, se aman y no pueden vivir apartadas. Es como Bonnie y Clyde. ¡Son tan malos, pero les sienta tan bien! Saben que están al margen de la ley, pero siguen traspasando los límites, hasta cruzar la frontera con el estado de Luisiana y morirse justo al final de la película (spoiler), cuando ya estás más que aburrido de ver una y otra vez la misma historia, y lo que quieres es irte a dormir ya de una vez.
¿Entra en juego el momento decisivo en el binomio fotografía/performance? ¿Y qué coño es eso del “momento decisivo”? Pues yo digo que el momento decisivo no existe, porque esos momentos surgen a cada segundo y en cualquier lugar a diario. Y eso es precisamente lo contrario del momento decisivo. Y como Cartier-Bresson ya no está entre nosotros para poder contradecirme, pues un problema menos. Probablemente se retorcería en su tumba si el pobre pudiera hacer una búsqueda de imágenes en Google. ¿Si o no?
La fotografía y la performance son como Nicholas Cage alejándose de los Coppola para triunfar por mérito propio y que se le reconozca por su talento y no por el apellido familiar. ¿Habéis visto Convictos en el aire o Cara a cara?
Cuando la fotografía se confabula con la actuación me recuerda a Eddie Murphy haciendo sus pinitos como cantante en My Girl Wants to Party All the Time: daba pena. La canción no estaba nada mal, pero ya estoy harto y cansado de los temitas pegadizos de los 80: he sufrido la primera edición y luego el revival ochentero de principios de los 2000.
Cuando se habla de la relación entre la fotografía y la performance, no deben haber afirmaciónes, sino más bien un criticismo destructivo.
La fotografía y la performance son como una de esas parejas tóxicas que discuten todo el tiempo y se gritan como locos para luego reconciliarse con sexo salvaje y prometerse que nunca más lo harán, etc., etc. Y unos días después vuelven a discutir y buscan consuelo en el alcohol y en los amigos, y como esto suele ocurrir cada vez que cortan —o sea, cada fin de semana— y acabas siendo el amigo alcohólico. O igual no llegas a ese estado, pero seguro que engordas unos cuantos kilitos y tus mejillas empiezan a enrojecerse como si hubieras estado pescando en alta mar tooooooooooooooooooooooooooooooooodo el día.
Así que, a disfrutar del espectáculo, y como dice Bruce Springsteen o Neil Young o quien sea que fuese: Keep on Rockin’ in the Free World.