Durante los sietes días de Shiva (ritual judío de duelo), una de las prácticas tradicionales consiste en cubrir los espejos en la casa, eliminando la posibilidad de la contemplación del propio rostro, así al perder acceso a la imagen propia puede dedicarse la mente a la contemplación de la pérdida. La imagen en el espejo sirve como recordatorio de nuestra materialidad, la memoria viva de nuestra propia existencia, así que eliminarla temporalmente ofrece ese espacio de la memoria al rostro ajeno que ya no se verá más.
El cuerpo, el rostro y la piel, la superficie táctil, constituye la superficie del ser, la parte que dibuja la existencia física, una tabula rasa en la que quedan consignados cambios en forma de cicatrices, pliegues y manchas, faros de la memoria, señales dentro un método mnemotécnico, a los que se enlazan memorias particulares. El cuerpo y el rostro funcionan como piedra angular de la identidad, de manera práctica sabemos que nos vemos como quienes somos y que nadie más puede verse así, la obviedad de la idea no es tontería.
Un autorretrato es una manera de capturar y procesar la identidad, la clave no es tanto la imagen final, existe algo que prima y es el acto creativo, el artista elige retratarse, elige ponerse como sujeto de su obra, en el caso del fotógrafo, hay una participación real en el acto, estar frente a la cámara, alimentarla con la imagen propia, se renuncia a la posición dominante que ofrece el visor. De esa manera es que Sally Mann, una fotógrafa conocida por lograr resultados impresionantes e inolvidables al retratar a otros, se pone frente a su cámara y el resultado es sumamente táctil, la falta de detalle y claridad del rostro y la piel se contrapone a la cantidad de textura en el papel.
Esa relación táctil es muy fuerte en la obra del artista colombiano Óscar Muñoz, quien en una entrevista señala que para él la fijación de la fotografía en el papel representa su consolidación como imagen, así que si se sigue esa idea, al hablar de la memoria, ese momento de consolidación parece imposible de rastrear. Por ese motivo puede ser que como seres sociales recurramos a la creación de imágenes y textos como fijadores para los recuerdos, y si nos afiliamos a esta idea, el autorretrato es un intento de fijar la propia identidad, pero al final esta no es estática y regresando a Oscar Muñoz, su obra ‘Juego de Probabilidades’ es ejemplar de ese proceso de mutación de la identidad, un récord visual de la múltiples identidades de un mismo ser humano funciona como un rompecabezas, difícilmente podremos concretar en qué momento éramos ese y pasamos a ser este.
Regresando a la idea de los métodos mnemotécnicos, existe una relación entre la eficacia de la memoria con los rituales repetitivos, recitar una frase, contar los nudillos, invocar un recuerdo específico por medio de una acción particular, así que contando a la imagen fotográfica como una suerte de fetiche para la memoria, las relaciones y rituales realizados alrededor de esta pueden ser ayudas a la hora de procesar el recuerdo. Diane Meyer cose sobre sus fotografías borrando detalles, especialmente rostros, pero durante el ritual de aparente destrucción de la imagen escribe en ella otra información sensorial, el paso por los dedos, un nivel de lectura que sólo ella como artífice puede codificar como recuerdo nuevo, dejando al espectador una visión incompleta del recuerdo.
Suena a cliché hablar de las cicatrices como portadoras de recuerdos, muchas eventualidades nimias dejan marca en la piel, una quemadura al sacar algo del horno, una cortada al afeitarse, no todo lo que deja rastro debe pasar por un filtro emotivo. Aquellas marcas que transforman el ser pasan a ser mutaciones más que simples remanentes de un accidente. La mutación de la mano del artista chino Sheng Qi, resulta de la amputación de su dedo meñique en protesta a la masacre de la Plaza Tiananmen, su mano incompleta es un autorretrato tremendamente eficaz para hablar de su identidad, el rostro pasa a un segundo plano. Las tres fotografías ‘Memories’ contienen una unión clave de información para representar la identidad compleja del autor, lo emotivo, lo político y lo familiar, todo junto en imágenes que visitan el pasado al mostrar las fotos pequeñas que Qi sostiene en su mano, representante clave de la identidad construida.
Manipular el papel, cortarlo, coserlo, sostener la fotografía, disponerla en una superficie y refotografiarla, considerar a la imagen un objeto al verla atrapada en el papel, permite que la interacción resulte en nuevos significados, teniendo en cuenta la multiplicidad de la identidad. Rana Javadi, la artista iraní entiende esa multiplicidad como producto de un contexto socialmente convulso, y en su caso, generando conexiones con Óscar Muñoz y Sheng Qi, debe considerar el nivel político que inevitablemente permea su obra, sus fotografías en la serie ‘Once upon a time’ contienen varios niveles, niveles indescifrables para nosotros como espectadores, posiblemente sólo completamente legibles para Javadi, memorias y construcciones identitarias condenadas por la imposibilidad del entendimiento completo, víctimas de una fragmentación inevitable y constante, los cambios sociales, las ideas preconcebidas, la grabación de una memoria colectiva que evade particularidades.
Mirar una foto propia es un ejercicio que muchas veces se conecta con la nostalgia, imágenes del pasado, lo que era, quienes estaban, aquel entonces, como lo titula Javadi, érase una vez… las fotos en las que aparecemos son recuerdos entregados por quien estaba a nuestro lado, por quien tomó la fotografía, pero un autorretrato es algo más, es una elección, un gesto personal, un acto que funciona como un ritual. No creo que sea demasiado descabellado pensar que un retrato hace las veces de ritual mnemotécnico para grabar la identidad.
De esa manera ritual Gillian Wearing se pone máscaras que son ella misma pero en momentos diferentes de su historia, replica su rostro cuando era niña, cuando era adolescente, se reinventa pero no acude a otros recursos más que el rostro falso, casi como si entendiera que todo es fútil, recordarse o inventar, todo termina siendo una parte más de un todo bastante difícil de atrapar o categorizar. Hemos sido esos, estos, aquellos, todos ellos, ninguno, sólo un fragmento, y ni siquiera el mantra del autorretrato puede entregarnos un presente cierto, todo termina siendo una invención más para el recuerdo.