Durante el 2016 murieron aproximadamente 5000 personas intentando cruzar el mar Mediterráneo, con una sola cosa como objetivo, encontrar refugio. Tiene sentido pensar que el Mediterráneo como lugar cobre un carácter siniestro, pero existe un mundo paralelo en el que no hay muertos, no hay desgracia, fotografías en las que posan mujeres bellas, imágenes que venden un lugar que no puede ser el mismo en el que flotan los muertos. No sólo se explota la belleza aparente de sus playas, se construye una ficción en la que el lugar es tan importante como los protagonistas, Monica Bellucci sonríe en las fotos de Dolce & Gabbana, Lily Aldrige es la personificación de la elegancia en una campaña de Ferragamo.
La construcción del mito de la opulencia y la belleza es el estandarte de la otra cara del Mediterráneo, en la que refugio se interpreta como vacaciones lujosas, rumores de que esta u otra celebridad van a descansar a tal o cual playa. Martin Parr y Massimo Vitali capturan esa idea con gran eficacia, la aglomeración de turistas, la experiencia mundana de la playa como paraíso vacacional.
Es escalofriante pensar en los encuentros de los dos mundos opuestos. La yuxtaposición no se limita a una cuestión imaginaria, una desafortunada disposición de fotografías en el periódico Le Monde del 4 de septiembre del 2015 pone a la ficción glamorosa de la moda frente a la realidad. Dentro de las necesidades de consumo del ser humano es necesario considerar a las noticias portadoras de realidades desgarradoras, pero también las ficciones de lujo, bolsos de miles de dólares que se publicitan con el objetivo de perpetuar la brecha de los dos mundos, quien consuma la imagen de la modelo imposiblemente bella rara vez podrá consumir el bien real, pero sí consumirá la marca y sus promesas.
Una de las posibilidades es la normalización de la tragedia. Tal vez haya una conexión entre esa posibilidad y el hecho que considerando que el 2016 ha sido el año más crítico en la crisis del Mediterráneo, en el premio World Press Photo 2017 la presencia de fotografías referentes al tema sea limitada, claro está que hay demasiados frentes por cubrir pero la emergencia de la crisis necesita tanto reconocimiento como sea posible, porque al final pasa lo que amenaza a cualquier imagen en nuestros tiempos, la viralización, y esto aunque consigue que las imágenes sean vistas en masa, también las hace vacías, una imagen viral no está muchos escalones más arriba que un meme.
La manera como funcionan las publicaciones de noticias hace que las fotografías se conviertan en parte de una avalancha, es poco tiempo el que se le dedica a una sola cosa, porque cada segundo llega un nuevo titular y ahora es más fácil que nunca fabricar cortinas de humo que atrapan la atención indivisa del público.
La lucha por atención es constante, y las fotografías tiene que circular, a través de ellas tal vez sea posible darle rostro a los gráficos que comparten las agencias humanitarias, donde analizan números de muertos, desaparecidos, tráfico de personas. No puede perderse el testimonio de ese Mediterráneo que nada tiene que ver con las imágenes de lujo que publicitan sitios vacacionales, ese horizonte azul no es un paraíso de postal, es el sitio al que llegan personas en su escape desesperado. Es una fosa común.