La fotografía en el frente de batalla deambula por la historia iconográfica mundial desde sus principios, y no es una exageración decir que está tan influenciada por las guerras que registra cuanto es influencia directa para las mismas. De Crimea – de donde vienen las primeras imágenes de un campo de batalla – a la difusión visual de la Guerra de Vietnam, que desencadenó protestas por todo el mundo, la fotografía, mucho más que un testigo, es un coadyuvante que a veces roba la escena del protagonista en la historia de la humanidad.
Guardadas las proporciones trágicas de millones de vidas cosechadas en todas las guerras de la historia, el fotoperiodismo contemporáneo brasileño – en especial el período comprendido entre junio de 2013 hasta hoy, sin término a la vista – conserva y rige su propia batalla.
El Pueblo pacífico, más conocido por su afición a las playas, fútbol, caipirinha y Carnaval, salió a las calles en 2013 para protestar en un principio contra el aumento de las tarifas de los terribles autobuses metropolitanos, y allí se quedó. Se politizó, se escindió en dos como no se veía en mucho tiempo en la historia nacional.
En seguida, el abanico de reivindicaciones saltó de las tarifas a las demás lacras sociales, y culminó en 2016 con protestas en contra y a favor de la presidenta Dilma Rousseff, finalmente exonerada a finales de agosto por un proceso de impedimento. Tal proceso adquirió la forma de un “arreglo” parlamentario para paralizar ciertas investigaciones contra la corrupción, las cuales tramitaban con presteza en el mandato de Rousseff e involucraban a casi todos los partidos – en las palabras de un político flagrado en una escucha telefónica: “hay que cambiar el Gobierno para estancar esa sangría”.
Las dudas sobre la idoneidad de las acusaciones que basaron el proceso de impedimento, sobre todo después que se ventilara grabaciones como la citada arriba, han alimentado nuevas y acaloradas protestas en contra de la exoneración, ahora entendida como un golpe jurídico, parlamentario y también mediático.
Más allá de contar la historia de las protestas ocurridas entre 2013 y 2016, las imágenes del periodo contribuyeron a construir su narrativa histórica, la cual parece estar lejos de una conclusión.
Este texto no pretender tratar de la cuestión política en sí, sino aclarar un poco y de manera general esa narrativa visual construida en tres años, ya sea por fotógrafos profesionales que actúan en grandes medios, ya sea por vehículos alternativos que surgieron en el periodo, o incluso por amateurs que dominaron las redes sociales.
¿Dónde empieza la edición de la protesta? ¿En los colores vestidos por los manifestantes? ¿En la elección de la portada del periódico? ¿En las imágenes que invadieron las redes sociales? ¿Cómo recibe ese mensaje el espectador, sentado en su sillón? ¿Cuál es el efecto de una imagen en el subconsciente y en la creación del inconsciente colectivo? Evidentemente todos estos temas son profundos y no cabrían en este artículo. Aquí se pretende solamente dar una muestra del panorama fotoperiodista brasileño dentro de la crisis y, más específicamente, ante las protestas del periodo.
En general, la cobertura se centró en las escenas de mayor apelo e impacto visual, como los incendios de contenedores de basura, que se tornaron clásicas portadas periodísticas, o la bandera brasileña al borde de las llamas, o asociada a la máscara de Anonymous, diseñada por David Lloyd y ya un conocido icono de manifestaciones en varias partes del mundo.
De cierta forma, es posible incluso admitir que, en las llamas prendidas al final de las manifestaciones o en la búsqueda de iconos de heroísmo y embate físico, pueden identificarse los llamados “encuadramientos obsesivos” de Deleuze, tamaña devoción se demostró a estos temas en las coberturas.
Recién lanzado en 2016, el libro A Máquina de Acelerar o Tempo: Conversas sobre o Fotojornalismo Contemporâneo (La Maquina de Acelerar el Tiempo: conversaciones sobre el fotoperiodismo contemporáneo), del fotógrafo Alan Marques, contiene declaraciones de fotoperiodistas que participaron de esa cobertura y evidencian la preferencia por esas imágenes. El fotógrafo André Dusek afirmaba en referencia a la foto de abajo:
“Hice imágenes que me parecían muy buenas, con fuego, la multitud y la policía desfilándose a mi frente (…). Sentí que mi mejor momento fue cuando la Policía Militar expulsó la turba de la rampa de acceso al Palacio de Itamaraty “.
También importante en la cobertura de esas protestas fue la denuncia por medio de imágenes de la truculencia policial contra manifestantes, o hasta contra los mismos fotógrafos.
Para sobrevivir en el frente de batalla, aparte de apurar la estética de sus imágenes y “competir” con los amateurs de las redes sociales, apoyándose en iconos y modelos históricos de imágenes de campos de batalla, el fotoperiodista brasileño tuvo que vestir una armadura real para mantenerse ileso en las protestas – en las cuales, teóricamente, las únicas armas son aquellas empleadas para la dispersión de los manifestantes: gas lacrimógeno, chorros de agua y balas de goma.
La ABRAJI (Asociación Brasileña de Periodismo Investigativo) calcula que más de 120 fotógrafos y periodistas han sufrido algún tipo de violación de su trabajo durante las protestas en las calles desde 2013.
A pesar de que el manual de orientaciones tácticas de la propia policía determina que el arma debe ser apuntada hacia las piernas de los manifestantes y utilizada solamente en casos extremos para dispersar multitudes, las heridas se dan generalmente en el rostro. Un fotógrafo y una estudiante perdieron el ojo en este campo de batalla, victimas de balas de goma.
A violência divulgada nas imagens da quebradeira radical, contribuíram para afastar a população das ruas até o fim das eleições que reelegeram Dilma Rousseff com margem apertada no fim de 2014. Num misto de insatisfação das oligarquias com os resultados das urnas, juntamente com a crise econômica que atingiu a classe média, e ainda em revolta com as denúncias de corrupção que abateram o partido governante, o Brasil se viu em 2015 rachado entre os que defendiam a saída imediata da presidente e os que defendiam os direitos democráticos de cumprimento de seu mandato.
Aí, os protestos ganharam nova nuance na narrativa imagética. As imagens de chamas foram substituídas pelas camisetas da seleção brasileira. O verde e amarelo patriótico tomou as ruas junto com bastões de selfie nos protestos convocados para finais de semana, com apoio da federação das indústrias e partidos de direita, com ampla cobertura televisiva.
Como bem classificou o teórico da comunicação, Eugenio Bucci, em coluna publicada no jornal Folha de São Paulo, ao contrário de protestos do passado, em que os manifestantes se escondiam das câmeras, estes as procuravam. Entre as imagens iconográficas desse período estão nas redes sociais os selfies dos manifestantes ao lado e não mais enfrentando a Polícia Militar, que havia sido truculenta nas manifestações anteriores.
Fueron también las redes sociales un contrapunto a esas nuevas manifestaciones, con la divulgación de imágenes representativas de las élites que salían a las calles (como en la foto anterior) y la imagen célebre de un casal que se va a una manifestación en la playa de Copacabana con su empleada doméstica uniformada, una joven negra que lleva en un carrito a los dos niños de los patrones. Hecha con un móvil, esa imagen sirvió como crítica de la izquierda al protesto de “la élite”, y muchos internautas identificaron allí un rastro de la desigualdad social del país, incluso una relectura contemporánea de la sociedad esclavista brasileña, representada en pinturas del artista francés Jean-Baptiste Debret en el siglo XIX.
A lo largo del periodo en el cual Rousseff estuvo impedida y tras su final exoneración de la presidencia, 4 meses en total, las imágenes de esas protestas perdieron destaque en los periódicos y fueron sustituidas por las conocidas imágenes de truculencia policíaca contra manifestantes supuestamente subversivos.
Por lo tanto, las imágenes más representativas de este momento vienen de colectivos paralelos que intentan dimensionar el descontento con el nuevo gobierno, ya sea en visiones aéreas desde drones, o en dramáticas fotos de denuncia de la represión policial, o en la cobertura de ataques a grandes medios de comunicación, que se negaron a destacar a esas protestas, como en la foto abajo de Yan Boechat.
En ambos enfoques, el profesional y el paralelo, se evidencia la expansión del fotoperiodismo contemporáneo más allá de la imagen estática, especialmente el surgimiento de canales alternativos que se contraponen a los tradicionales vehículos y ofrecen un nuevo abanico de opciones al espectador/lector.
A día de hoy en Brasil, el principal canal de información alternativo es el colectivo Mídia Ninja (acrónimo de Narrativas independientes, periodismo y acción), de matriz izquierdista y especializado en la cobertura online de protestas de naturaleza política y social. Se trata de un colectivo abierto, muy presente en las redes sociales y que utiliza imágenes de colaboradores profesionales y simpatizantes para la narración de la actualidad brasileña desde el mismo frente de batalla.
Las imágenes de Mídia Ninja priorizan la transmisión on-line/on-time de protestas, reuniones de manifestantes o poblaciones minoritarias por medio de móviles o cámaras GoPro, pero por otro lado también desarrollan un cuidadoso proceso de edición de imágenes estáticas y dinámicas, en las cuales se privilegian ángulos que remiten a referencias históricas de heroísmo, batallas, ídolos, etc. El trabajo del colectivo puede ser visualizado aquí: https://ninja.oximity.com/