Este es un acercamiento a algunas de las personas del equipo de elpulpo, cada uno comparte 3 fotografías y a través de ellas parte de su relación personal con la fotografía, lo que nos une como amigos y profesionales.
Renata Alves Fortes, Directora Ejecutiva:
Era mi primera vez en Arles y todo me parecía fascinante. Al tercer día que estábamos allí decidimos ver una exposición montada dentro de una iglesia frente al río. Eran dos plantas y deberíamos empezar por la parte de arriba… allí habían fotos (que no eran para nada fotones), cada una acompañada de un texto. Me pareció super raro, hasta feo para aquel espacio. A medida que leía los textos, cada nueva imagen me absorbía más: las fotos representaban la última imagen de personas que se quedaran ciegas en algún momento de sus vidas, o sus últimos recuerdos visuales. El texto era la narrativa de la persona sobre ese recuerdo.
El cuerpo me temblaba, tan sencillo y tan lleno de sentir.
La exposición proseguía en la planta baja, bajando las escaleras nos separamos con varias proyecciones: 5, 6 pantallas grandes y en cada una había una persona de espalda a la cámara mirando al mar o de espalda al mar mirando la cámara… distintas edades, distintas reacciones, pero para mí, había algo en sus ojos que relucía con la misma intensidad.
Me sentí maravillosamente pequeña en el mundo, una fragilidad que me hizo sentir a la vez, más parte que nunca de ese mundo.
¡Fue la primera vez que fue tragada por una experiencia artística!. Mucho más que reflexionar sobre ella, la sentía en todos mis poros y vibraba. Lloraba y me sentí viva, muy viva.
Nunca una imagen ha representado tanto el estado anímico en que me encontraba como esa. Mi padre había muerto hacía menos de 1 año y yo sentía muchas cosas que no podía dimensionar o definir con palabras. Era una exposición colectiva en CaixaForum Barcelona, ya al final de todo, se podía ver la fotografía: un jarrón de flores en el exacto momento que explota. Al lado una sala oscura que proyectaba el experimento, o sea, ver en imagen en movimiento como un algo entero y bello, se transformaba en varios trocitos de distintos tamaños. Era perfecto, estuve un tiempo largo allí dentro mirando muchas veces el proceso y emocionándome con la belleza de la destrucción.
Esa imagen la tomé en una época muy dura, no la más difícil porque lo más difícil ha venido después. Una época en que saqué fotos compulsivamente para no perderme de mí y de todo, una época donde solo podía respirar en cuanto hacía fotos, el restante del tiempo me ahogaba.
Esa imagen marca muchas cosas en mi vida, un antes y después del existir, un antes y después del hacer fotográfico. Esa fue la época que descubrí que la fotografía significaba mucho más que la construcción de ella misma, mucho más que formas y composición. Esa época aprendí que la fotografía era lo que quisiera yo… aprendí que la fotografía era libertad.
Nerea Arrojería, co-Directora de Contenido y Editora:
Sophie Calle (París, 1953) llegó en mi adolescencia a través de María Turner, personaje singular de la novela ‘Leviatán’ de Paul Auster, inspirado en la vida y obra de Calle al que me quedé maravillada. Por entonces pensaba que Turner era sólo un personaje ficticio al igual que el resto de la novela, pero un conocido me hizo saber de su existencia real, lo cual fue un descubrimiento fascinante. Lo que me encantaba de Turner, es decir, de Calle, es esa forma suya e inigualable, de acercarse al otro, (al igual que a sí misma) y entrar en la intimidad sin ser invasiva, sin pretender más que eso, un acercamiento derivado de una inquietud ingenua y casi pueril no autocensurada, que no solo actúa como múltiples formas de experimentar la vida y la otredad sino al mismo tiempo de relativizar los roles, el dolor y los límites. La fotografía en estos casos es un enlace o medio por el que hacer llegar todo lo demás. Unos años después, visitaba una librería de arte en busca de nuevos referentes, y hablando con el librero me comentó que acababa de salir un libro de arte maravilloso que había ganado el premio a mejor libro de arte del año, se trataba de Prenez soin de vous, (2007), de nuevo entre libros volvía a encontrarme con Sophie, y de nuevo me sedujo, convirtiéndose tal vez en una de sus piezas, junto con Les Aveugles(1986) que más he admirado.
De Nan Goldin (Washington D.C., 1953) recuerdo que la primera vez que vi sus fotos fue a través de Google y no me gustaron, bueno, no sé si llegué a pensar en el gusto, pero sí las miraba con ceño fruncido, esas instantáneas de aspecto casual, en ocasiones movidas, personajes en decadencia, trasnochados, heridos, enfermos… Tan fuera de las convenciones de belleza y de la concepción de la fotografía ideal que por entonces, yo conocía – cabe decir que estaba justo abriendo las puertas del mundo fotográfico-. Esas características que me habían hecho poner en cuestión su calidad, fueron poco a poco pareciéndome de lo más atractivo de sus imágenes, convirtiéndose en su potencial poético. Entonces yo estaba estudiando mi primer (y último) año de carrera en Madrid, Sociología, y en ese tránsito de un año, entre dejar la carrera y empezar los estudios fotográficos, Goldin fue en cierto modo calando cada vez más hondo. Se convirtió en lo que para mí, la fotografía en sentido clásico, debe ser, una representación humana, honesta con la realidad que habita y cuantos le rodean, resultando tal vez sin proponérselo, retrato de algo mucho mayor, de toda una generación, de un momento, de la historia local en contraposición a la historia predominante e impuesta. Todos esos detalles formales que en un primer momento me parecieron poco estéticos, contribuyen a hablar de ese momento, de lo underground y de la contracultura que ella vivía, desde la cercanía del que forma parte. Nan se convirtió en una representación sociológica, vínculo de mi año en sociología y de mis estudios en fotografía que empezaría poco después.
Los trabajos de Cristina de Middel (Alicante, 1975) me los he ido encontrando en diferentes exposiciones y a lo largo de varios años, generalmente había algo en ellos que me llamaba la atención; el encuadernado de sus libros, la relación texto-imagen, su colocación en el espacio expositivo, el humor, su capacidad de darle las vueltas a las historias, presentar nuevas narrativas, su potencial discursivo, creativo y ficcional… Poly-Spam (2012) tal vez no sea el proyecto que más me guste de los suyos pero es el primero que recuerdo que se grabó en mi memoria, invitándome a entrar al mundo de Middel e instaurándose en mi disco duro como un referente influyente, al que seguir de cerca.
Sara Mejia, co-Directora de Contenido y Editora:
Mi relación con la fotografía y el arte en general parte del afecto, siempre es un vínculo emocional el que sostiene todo. Cuando conocí las fotografías de Alec Soth estaba en clase y lo que sentí es más cercano al amor a primera vista que a un gusto o un interés intelectual. Esta fotografía, sin duda una de las fotografías más bellas que he visto, es parte de su mítico proyecto ‘Sleeping by the Mississippi’, un libro que sueño con tener algún día. Cuando la veo, siento que es perfecta, y no me refiero a cuestiones estéticas, la perfección de esta foto es el contenido que yo leo como contenido emocional, el vacío humano, el cementerio y la estación de servicio. Es un retrato increíblemente poético de un territorio. Alec Soth es uno de mis fotógrafos más adorados, aquí no me gusta decir favorito porque a los fotógrafos que son importantes para mí no los siento como personajes lejanos, como me dijo una gran maestra, los artistas que amo son parte de una suerte de familia elegida y en esa familia Alec Soth es un amor que me ha enseñado que el placer estético puede trascender cuando es parte de una experiencia narrativa.
Entre mis más amados, Antoine d’Agata tiene un espacio especial, mi copia de ‘Anticorps’ es una de mis posesiones más preciadas. Su obra es una sola cosa, es difícil pensar en una de sus fotografías como algo individual. Elijo esta por su contenido, porque creo que d’Agata puede entregar una imagen como esta y nunca, nunca, nunca ser explotativo, porque cada persona y cada situación que aparece en sus fotografías es un espejo que refleja su humanidad retorcida. Las escenas de d’Agata se completan con su presencia, esta vez detrás de la cámara, espectador y actor. Adoro a d’Agata por su honestidad brutal y porque en mi mente, ese es el poder más puro de la fotografía, un medio para mirar hacia adentro, para proyectar lo que somos y reconocernos, aunque el resultado a veces nos haga llorar o quitar la mirada. Antoine d’Agata es un amor que me duele porque me ha entregado a través de momentos íntimos, una proyección de mis temores más profundos en relación a la experiencia humana, la pérdida de la cordura, la desaparición de los límites entre lo que somos y lo que nuestros demonios quieren que seamos.
Sé que suena loco, pero creo que ‘The Destroyed Room’ de Jeff Wall es la piedra de Rosetta de la fotografía contemporánea, tiene tantos niveles, tantas posibles lecturas, y además, requiere ser observada con un libro de historia del arte en mano, como muchas de las fotografías de Wall, contiene reflexiones que no se limitan a la fotografía. Existen tantas posibles elecciones dentro de la obra de Jeff Wall, ‘Picture for Women’ es otra fotografía que considero mítica y monumental, pero hay una con la que siento un vínculo emocional especial y es ‘A View from an Apartment’, porque cuando la vi por primera vez, sentí ese enamoramiento inmediato, ese regalo que también he recibido de Alec Soth y Antoine d’Agata, algo que no puedo describir, así como no se describe el primer amor, una sensación de reconocimiento, ver una fotografía que me narra todas las maneras en las que amo a la fotografía, algo caprichoso que es amor real porque no puede explicarse como una consecuencia de elecciones. Fotografías que aún me siguen sorprendiendo y que me hacen entender mi lugar en el mundo, mi lugar en relación a las cosas que amo, las cosas a las que aspiro, las cosas que me dan miedo, todo lo que enlaza la persona que soy hoy con la persona que era la primera vez que tuve una cámara en mis manos.
Felipe Abreu, Colaborador desde Brasil:
Esta es para mi la mejor representación visual de la ciudad de São Paulo. Me encanta su simplicidad y la manera con que, utilizando la arquitectura, representa las relaciones humanas en esta ciudad. El trabajo de Felipe me influencia mucho y siempre estoy buscando imágenes que hablen por huellas y rastros.
Me encanta como Mr. Shore comunica con colores. La simplicidad de la paleta y su potencia visual son increíbles. El misterio generado por la ausencia de un rostro también me marca un montón. De Mr. Shore, guardo comigo la precisión visual, la paciencia para organizar uma imagen y la utilización del color como personaje central de una fotografía.
Probablemente la pareja más importante de la fotografía. Toda su producción me encanta por la precisión, la persistencia y la búsqueda temática. De Water Towers, me quedo con la búsqueda sobre un objeto, utilizado como manera de hablar de algo más grande que ello y la repetición como construcción narrativa y visual.